
Federico pertenece a los de abajo, a los hijos y nietos de los que perdieron la guerra civil; los de abajo, sí, los mismos que buscamos entre las cunetas los restos de la dignidad

Federico García Lorca EFE
Hubo un tiempo en el que me avergonzaba ser español. Me daba lache -que en caló quiere decir vergüenza- pertenecer a un país donde los verdugos que habían matado al mejor poeta del mundo siguieran impunes.
En una ocasión, durante un viaje por las geografías del sur y llegando a la ciudad de Granada, me baje del coche para aliviar la vejiga. Pero me dio tanto reparo ponerme a humedecer la cuneta que utilicé una lata oxidada de melocotón en almíbar, encontrada por allí cerca. Sobra decir que lo hice por respeto, por si de estas cosas el cuerpo de Federico estuviese enterrado bajo aquella cuneta sembrada de cardos y de basura.