El inquisidor del Anáhuac
El inquisidor del Anáhuac
Nota del Autor Enrique Barón Crespo
El inquisidor del Anáhuac es uno de los mejores frutos de los enriquecedores debates que mantuve con mi admirado amigo Carlos Fuentes, con la inmarcesible compañía de nuestras respectivas esposas, la pintora Sofía Gandarias y la periodista Silvia Lemus. Nos encontrábamos periódicamente en Formentor, Bruselas, París, Madrid, ciudad de México, Guadalajara, Jalisco, Ciudad Real y en nuestras nómadas vidasde ciudadanos de mundo, platicábamos de todo lo humano y gozábamosde ese gran y raro bien que es la amistad duradera.
En concreto, la idea de este relato empezó a tomar cuerpo a comienzos de la década de 1990. Carlos Fuentes escribió, con motivo del V Centenario, por iniciativa del Smithsonian y un grupo encabezado por Jesús de Polanco, una serie de televisión que sintetizó en El Espejo Enterrado, un revelador libro sobre nuestra dimensión común. En el mismo, hay un texto que me impactó profundamente: “Yo creo, sin embargo, que, a pesar de todos nuestros males económicos y políticos, sí tenemos algo que celebrar. Algo que en medio de todas nuestras desgracias permaneció en pie: nuestra herencia cultural. Lo que hemos creado con la mayor alegría, la mayor gravedad y el riesgo mayor. La cultura que hemos sido capaces de crear durante los pasados quinientos años, como descendientes de indios, negros y europeos, en el Nuevo Mundo”.
Me permito añadir que el mestizaje cultural está también en la esencia misma de España como país forjado por el cruce continuo de pueblos y las tres religiones del libro. La polémica desarrollada en América entre dos ilustres exiliados españoles, Américo Castro y Claudio Sánchez Albornoz sobre el ser y origen de España sigue siendo actual.
Casi en paralelo, la Universidad Politécnica de Madrid, gracias al granrector Rafael Portaencasa, publicó el facsímil de un opúsculo escrito po mi tío abuelo Mariano Barón Fortacín, titulado Cuestión de Cuba, Labolición de la esclavitud (1879), en el debate sobre “la abolición del execrable tráfico negrero” que dominó gran parte del siglo XIX en España. A Carlos le impresionó esta contribución a un gran debate injustamente ignorado en mi país. Por mi parte, me sentí muy orgulloso de mi pariente, al que no llegué a conocer.
En 1994, Carlos Fuentes prologó mi libro Europa en el alba del milenio, donde explicaba mi experiencia como presidente del Parlamento Europeo en el decisivo periodo entre la Caída del muro de Berlín y el Tratado de Maastricht. Su análisis de la relación entre América Latina y Europa, tanimportante como infravalorada, sigue vivo y actual.
Después, publiqué el ensayo Las Américas insurgentes sobre el proces de emancipación americana del Imperio español, que llevó a que la Cátedra Cortázar de la Universidad de Guadalajara, creada a por Carlos Fuentes y Gabriel García Márquez con la inestimable ayuda del infatigable Raúl Padilla, a hacerme el honor de invitarme a hablar del tema.
Uno de los hijos de esta conferencia es esta novela. La escribí en momentos de reposo, noches de hotel, de mi vida trashumante a lo largo y lo ancho de Europa. La chispa que prendió mi proyecto fue la lectura del espléndido libro de la profesora de la UNAM Solange Alberro Inquisición y sociedad en México, 1571–1700, editado por el Fondo de Cultura Económica. Reconozco mi deuda con su acertado enfoque y su rica documentación.
Poco a poco, fui conformando mi texto con lecturas entre las que destacan:
El título, lo debo al maestro Alfonso Reyes que me inspiró con su pequeña antología Visión de Anáhuac 1519. Octavio Paz con su Sor Juana Inés de la Cruz, las trampas de la fe, me transportó al México colonial.
De otras lecturas sobre el México colonial destacaría la Historia del nuevo Reino de León 1577-1723 de Eugenio del Hoyo y el relato autobiográfico de Sobre el escenario europeo, con especial referencia a los Países Bajos, el clásico de Pieter Geyl, The Revolt of the Netherlands, Cassell History, 1988 y el primer ensayo sobre el capitalismo bursátil del sefardita José De la Vega, Confusión de confusiones, la vida de Spinoza de Steven Nadler, Spinoza, A life Cambridge University Press 1999 y el magistral El Conde-duque de Olivares de John H. Elliot, H., Editorial Crítica, 1987.