SEGOVIA | Ignacio Vasallo

                                                  SEGOVIA

El tren de alta velocidad ha acercado Segovia a Madrid. El trayecto dura media hora y hay cerca de treinta trenes diarios en cada sentido. Lógicamente mucha gente ha optado por vivir en la tranquila y bella ciudad de clima serrano y luz esplendorosa. El precio del billete es asequible

Se sale de la estación de Chamartín y se llega a la de Guiomar, donde hay autobuses esperando o   taxi a 7 euros hasta el centro. Guiomar, el nombre con el que Machado se refería a Pilar Valderrama, con la que mantuvo la larga relación epistolar, parece más interesante que la joven señora católica  con la que no tuvo relación física.

Esta proximidad es una bendición para los restaurantes y las tiendas de la ciudad, al aumentar el tráfico, pero al mismo tiempo es un castigo para la hotelería por la facilidad que tiene el viajero de regresar a la capital para pernoctar. Esto fue uno de los motivos de un boyante turismo japonés y asiático en general que admiraba el Acueducto por la mañana, se maravillaba después con el Alcázar y abría la boca durante la ceremonia de partir el cochinillo con el plato. Ese turismo no volverá de momento. Ha sido sustituido por el madrileño, que desde que se ha podido volver a viajar lo hace con gusto, especialmente los fines de semana para dedicarse al póker: Acueducto, Catedral, Alcázar, cochinillo y vuelta a casa. Los franceses también se han apuntado a la fiesta.

Sin embargo, la ciudad merece al menos un fin de semana. Además de las joyas universales mencionadas, cuenta con 8 monasterios o conventos de interés, otros tantos palacios y  19 iglesias, varias románicas de entre las más interesantes de España como San Millán o San Andrés y la torre de San Esteban.  Lo que ocurre es que abren cuando quiere la madre superiora o el párroco y algunos han aprovechado el cierre por el virus para seguir cerrados. La mayor parte solo abren para el culto. Hay que informarse antes de intentar la visita. También cuenta con 11 museos.

 El poso histórico, especialmente el de la época de los Reyes Católicos y la inmediata anterior, es abrumador.

Las autoridades locales han aprovechado el tirón de Segovia para montar, o colaborar en el montaje, algunas celebraciones y festivales, especialmente el Hay Festival, sucursal del famoso festival literario que se celebra cada año en el pueblo galés que le da nombre y que atrae a grandes figuras de la literatura universal que también acuden a la ciudad castellana.

 En todos los monumentos hay algo interesante que ver, pero en varios de ellos destacan los   artesonados, no solo en la Catedral y en el Alcázar, sino también en lugares menos conocidos como el Santuario de la Virgen de San Francisco.

Segovia hay que pasearla, a pesar de la inclinación de muchas calles. Es pequeña, pero tiene vistas maravillosas. Desde el alcázar admiras la vecina sierra a través de un cielo en general azul; más cerca la muralla y pegada a la misma, se distingue la senda de los suspiros- de los hebreos obligados a exilarse- y el Pinarillo, el cementerio judío.  Al otro lado el monasterio de Santa María del Parral que junto a la iglesia de la Vera Cruz y al vecino convento de San Juan de la Cruz forman la trilogía extramuros de obligada visita.

Precisamente la herencia judía despierta la curiosidad. El barrio hebreo  cuenta con un pequeño pero interesante museo “El centro didáctico de la judería Abraham Seneor, “último Rabino mayor de Castilla, importante banquero y político y una de las personalidades más interesantes del reinado de los reyes católicos, jefe de la importante familia segoviana de los Coronel. El capítulo judío termina en la antigua Sinagoga Mayor hoy iglesia de Corpus Christi.

La ciudad está limpia y cuidada. Algunos dicen que ya parece más un parque de Disney que una ciudad medieval. El tráfico está limitado. Abundan, lógicamente los asadores y las elegantes tiendas de comestibles -algunas parecen joyerías- para que el turista en vez de un acueducto en miniatura se lleve a casa un buen chorizo de Cantimpalos o el extraordinario y poco conocido jamón de la provincia.

Al caer la tarde, en esta época del año, los turistas vuelven a sus ciudades, al tiempo que cae el frío y el silencio de la calle nos recuerda que en el fondo Segovia es una tranquila y pequeña capital de provincia.

 
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